En caso de infarto, hombres y mujeres pueden no presentar los mismos síntomas. Las mujeres normalmente experimentan dolor o presión en los hombros, brazos, mandíbula y la parte superior de la espalda, además de dolor de estómago, mareos y náuseas acompañados de palidez y palpitaciones. Mientras que en los hombres estos síntomas quedan reducidos mayormente a dolor torácico acompañado de sudor frío y ansiedad, presentando dificultades para respirar.
Las probabilidades de morir de las mujeres es el doble que la de los hombres. Esto ocurre, muchas veces, porque ellas confunden los síntomas de un infarto (distintos de los que sufren los hombres) con una crisis de ansiedad y consecuentemente, acuden a buscar ayuda más tarde.
Es altamente probable que las mujeres sean mal diagnosticadas con ansiedad, insomnio o depresión. En cifra: el 85% de los psicofármacos se administran a mujeres, frente al 15% que se aplica a los hombres. Esto se debe a que hasta los años 90 estaba prohibida la participación de las mujeres en cualquier ensayo clínico, por lo que la descripción de las enfermedades se hizo basándose principalmente en pacientes masculinos, en consecuencia, a lo largo de muchos años, la medicina tradicional ha obviado la mitad de la población.